Los Reyes y Ban Ki Mun presiden la entrega de la cúpula de Barceló a la ONU
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España, y, en concreto, su política exterior resumida en el proyecto de alianza de civilizaciones, cuenta desde ayer con un potente símbolo en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra: la cúpula pintada por el pintor mallorquín Miquel Barceló. Durante el acto de entrega de la obra a las Naciones Unidas por parte de España, su patrocinadora, Barceló y su trabajo recibieron todo tipo de loanzas. El presidente Zapatero calificó al creador como "nuestro genio contemporáneo". Pascal Couchepin, presidente de la Confederación Suiza, afirmó que se trataba de "un regalo extraordinario, poderoso y mágico, fruto de un artista que tiene la valentía de expresarse con cierta desmesura". Miguel Ángel Moratinos, ministro de Exteriores y Cooperación de España, aseguró que la obra representa "la imagen y la identidad plurales de España en un mundo que se encamina al multilateralismo". "Miro este mar -agregó el ministro- y pienso en la complejidad y las posibilidades de la globalización".
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Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco que en el 2005 impulsó junto a Zapatero y el gobierno español y la ONU la política de Alianza de Civilizaciones, manifestó que la obra de Barceló era una gran expresión artística, que "el arte es el medio más eficaz para el diálogo intercultural" y que "al mirar esta cúpula veo los colores de la libertad". El rey Juan Carlos I, al que acompañaba la reina Sofía, sostuvo que "no hay nada como el arte para expresar los valores y los principios de la ONU". Y el secretario de este organismo, Ban Ki Mun, dijo que la cúpula era "un generoso regalo, innovador y brillante".
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El pintor asistió a este prolongado besamanos feliz y satisfecho, sonriente, sentado junto a la esposa del presidente Zapatero. Sobre su cabeza, y sobre las de 700 invitados que llenaban la sala, resplandecía la cúpula, en la que Barceló ve "un mar pero también una cueva, la unión absoluta de los contrarios". Y ante la que los presentes, casi sin excepción, apreciaron la magia de su talento, capaz de sugerir la diversidad del mundo, la convivencia con el otro y la evolución de los procesos: según se camina por el perímetro de esta sala circular, que en adelante asociará los Derechos Humanos a la Alianza de Civilizaciones, la pintura del creador de Felanitx, va evolucionando. Conserva en todo momento, eso sí, su imagen magmática, en la que predominan los azules claros y los azules lacustres, acaso en homenaje al vecino lago Leman. Y en la que no faltan los naranjas, ni los carmesíes, violetas o lilas, todos ellos atemperados por una película de blancos que rebajan el estallido colorista presente en algunas fotos tomadas mientras se desarrollaba la obra.
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(...) Todos los esfuerzos -también los económicos (el acondicionamiento global de la sala ha costado 20 millones de euros, mayoritariamente aportados por grandes empresas españolas)- parecían ayer bien empleados; según España, asociaba arte y política exterior multilateralista y ofrecía su símbolo a la comunidad de naciones. Sonó, poco antes de terminar el acto, un violonchelo, con la misma música que interpretó Pau Casals en la sede neoyorquina de las Naciones Unidas en la celebración de los 25 años de la declaración de los Derechos Humanos. Hubo recuerdos para otro pintor, Josep Maria Sert, que en 1936 elaboró sus murales en esta sede. Y dio la sensación de que países muy diversos se alegraban de la aportación española. "España -dijo Couchepin- está de moda. Lo está por su contribución al cine, a los deportes, también al arte y a la política de las libertades individuales. Y Ginebra se alegra de albergar esta eclosión española, representada por una obra magistral".
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[Llàtzer Moix, LA VANGUARDIA, 19 de noviembre de 2008]
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